La investigación sigue acumulando indicios de que el ayuno intermitente, más prolongado que el que practicamos todos los días mientras dormimos, puede tener beneficios para la salud. Se ha observado que cuando se deja de comer durante el tiempo suficiente, el organismo cambia de fuente de energía y empieza a consumir los almacenes de grasa. Eso ayuda a perder peso, que, a su vez, mejora la hipertensión o los niveles de glucosa, aunque faltan seguimientos a largo plazo que muestren si es un estilo de alimentación que se puede mantener durante mucho tiempo. Algunos estudios también han mostrado beneficios en el sistema inmune, en el cardiovascular o en la resistencia a la insulina, que está detrás de la diabetes, pero no se conocen bien los mecanismos que explican esas observaciones.
Las tecnologías que permiten medir las proteínas que circulan por la sangre ofrecen la posibilidad de indagar en los cambios moleculares que se producen cuando ayunamos, para entender mejor sus beneficios y sus riesgos potenciales. Eso permite comenzar a aterrizar algunas de las dudas más duraderas sobre los verdaderos mecanismos están detrás de una práctica, la del ayuno intermitente, que tanta atención recibe últimamente. Ahora, un equipo internacional de científicos ha publicado un artículo en la revista Nature Metabolism en el que explican cómo tuvieron a 12 voluntarios tomando solo agua durante siete días. Midieron los niveles de unas 3.000 proteínas antes, durante y después del ayuno y cruzaron esos datos con información genética de otros estudios para estimar qué beneficios se podían obtener con las variaciones de proteínas observadas.
Aunque sean solo 12 sujetos, la metodología permite recoger mucha información. Como cabía esperar, los participantes en el estudio perdieron peso, 5,7 kilos de media, repartido entre grasa y músculo. Sin embargo, tres días después de dejar el ayuno, recuperaron la masa muscular, pero no la grasa. Además de este dato llamativo, los científicos, liderados por Claudia Langenberg, de la Universidad Queen Mary de Londres, observaron un cambio en la composición de las proteínas que se encontraban en la sangre a partir del final del segundo día de ayuno y del principio del tercero.
“Ese incremento [de proteínas beneficiosas] es exponencial a partir del día tres de ayuno y tenemos la hipótesis de que son cambios que no solo están relacionados con la pérdida de peso de los participantes, que es muy estable durante todo el experimento”, explica Maik Pietzner, coautor del estudio e investigador en el Instituto de Salud de Berlín, en el hospital Charité. Estas variaciones afectarían, por ejemplo, a proteínas que evitan el deterioro de las neuronas. Para Pietzner, su trabajo implica que, “aunque esto no descarte que [el ayuno que dura solo unas horas] tenga pequeños efectos beneficiosos” más allá de la pérdida de peso, “el mensaje de estos resultados es que necesitas dos o tres días de ayuno para que se produzca este cambio, se empiecen a utilizar estos recursos internos y, posiblemente, comiencen distintos tipos de programas metabólicos en distintos órganos”.
Para el investigador alemán, reducir las horas del día a las que puedes comer es una manera más simple que contar calorías en cada comida para reducir cuánto se ingiere cada día. Sin embargo, los ayunos más largos pueden tener efectos beneficiosos con aplicaciones concretas. “Me parece muy interesante el efecto en el tratamiento de la epilepsia resistente. Cuando los fármacos no sirven, aún se puede probar una dieta cetogénica (una dieta baja en hidratos de carbono), que imita el efecto del ayuno prolongado”, explica Pietzner. “Lo que hemos visto es que cuando el ayuno empieza a elevar los niveles de cuerpos cetónicos en la sangre, se producen cambios en proteínas estructurales específicas del cerebro”, añade. Aunque el ayuno prolongado no cura la epilepsia, sí puede mitigar los síntomas, como sucede con la artritis reumatoide.
Con vigilancia médica
Para otras enfermedades, los investigadores vieron que el ayuno prolongado redujo la cantidad de algunas proteínas que favorecen la aparición de enfermedad coronaria. Sin embargo, también observaron un incremento en el riesgo de trombos. “Por eso es importante que la gente sea consciente de la necesidad de guía médica cuando se aplican este tipo de intervenciones extremas, porque también hay gente con más riesgo de sufrir consecuencias adversas”, afirma Pietzner.
Benjamin Horne, profesor de la Universidad Stanford (EE UU) considera que “debido a la pequeña muestra del estudio, con solo 12 participantes, no está claro lo significativo de este retraso de tres días” en el efecto del ayuno. “Muchos otros estudios con más participantes, en los que la pérdida de peso se inhibió a propósito o fue mínima, han documentado cambios en las proteínas que circulaban en la sangre 20 o 24 horas después del inicio de un ayuno solo con agua”, explica. Malu Martínez Chantar, investigadora del CIC bioGUne de Derio (Vizcaya), también advierte del pequeño tamaño de la cohorte, y recuerda los efectos positivos del ayuno más breve detectados en pacientes con enfermedades autoinmunes o cuando se hace antes o después de la quimioterapia en personas con cáncer. Aunque advierte: “Todo tipo de intervención nutricional debe estar apoyada por un profesional, porque, por ejemplo, los cuerpos cetónicos que se generan con el ayuno pueden tener un impacto negativo para algunos”.
Uno de los objetivos de estudios como el liderado por Langenberg es identificar las proteínas que se modifican con el ayuno para poder diseñar intervenciones que puedan alterar los mismos mecanismos sin tener siete días a una persona sin tomar más que agua. “El desarrollo de estas terapias de precisión podría ser beneficioso para todo el mundo, pero, sobre todo, para personas que no pueden llevar a cabo un ayuno de este tipo debido a su mala salud o a otros motivos”, valora Horne. Martínez Chantar valora necesario conocer con precisión los cambios que se producen en nuestro organismo cuando dejamos de comer, también a largo plazo. “Es necesario que estos estudios se realicen a más largo plazo porque no sabemos cuáles son los efectos de un ayuno sostenido durante mucho tiempo en aspectos como la longevidad”, apunta.
Mientras se van desvelando los efectos del ayuno en el organismo, es importante recordar una advertencia de uno de los gurús de la materia, el bioquímico de la Universidad del Sur de California, Valter Longo: “Que el ayuno es bueno, malo o neutral, no significa nada: como comer, algunos tipos de ayuno son muy buenos y otros muy malos”.
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