¿Con o sin pizca de modernidad? Una petición con más de 120.000 firmas ha abierto una nueva polémica por la reconstrucción de la catedral de Notre Dame, que volverá a abrir sus puertas el 8 de diciembre de este 2024. La renovación del templo gótico, cerrado desde el gran incendio que lo azotó en abril de 2019, afronta su recta final. Pero el anuncio del presidente, Emmanuel Macron, de la sustitución de seis vidrieras por unas más modernas ha empañado el último tramo de las obras. Los firmantes argumentan que sustituirlas rompería la “unidad arquitectural” del monumento parisino.
La petición, lanzada el 10 de diciembre por el historiador del arte y periodista Didier Rykner, se refiere a los vitrales diseñados por el arquitecto francés Eugène Viollet-le-Duc, responsable de la restauración de la catedral de mediados del siglo XIX. Están situados en la parte sur de la nave y no fueron afectados por el incendio que destruyó la aguja del templo y parte del tejado. “Las vidrieras de Notre Dame diseñadas por Viollet-le-Duc fueron creadas como un todo coherente. El arquitecto quiso ser fiel a los orígenes góticos de la catedral”, escribe el reportero, fundador de la revista La Tribune de l’Art.
Durante su última visita a las obras, el 8 de diciembre, Macron anunció la creación de un museo, que estará cerca del templo y tratará sobre su historia y las obras de arte que alberga, así como la organización de un concurso público para elegir a un artista contemporáneo para diseñar los nuevos vitrales. La idea de sustituirlos y, de paso, añadir una “marca del siglo XXI” al templo no solo proviene del mandatario sino de la propia Iglesia francesa. En una carta, el arzobispo de París, Laurent Ulrich, había expresado al dirigente galo su “deseo” de que el Estado encargase “una serie de seis vidrieras para las capillas laterales sur de la nave”.
Las críticas, sin embargo, se dirigen sobre todo hacia Macron. “¿Quién ha dado mandato al jefe del Estado para modificar una catedral que no le pertenece a él, sino a todos?”, se preguntan los signatarios de la petición, que suma nuevos apoyos cada día. No es la primera controversia que se desata con relación a la reedificación del monumento, que antes de su cierre atraía a más de 12 millones de visitantes al año.
La reconstrucción de la emblemática aguja de 93 metros, diseñada también por Viollet-le-Duc, despertó pasiones entre los que querían mantenerla igual y los que preferían innovar. Finalmente, se hizo de manera idéntica a la original.
En mayo, un proyecto del Ayuntamiento de París para vegetalizar los alrededores del monumento generó también tensiones. El tema tuvo incluso una dimensión política. Otra controversia recurrente atañe a los niveles de plomo, ya que el próximo paso consiste en recubrir la aguja con una capa de este metal tóxico. Su uso genera preocupación entre los vecinos del templo, situado en pleno centro de París. El 30 de noviembre, políticos, oenegés y organizaciones vecinales se manifestaron frente a la catedral para reclamar que se tomara en cuenta su peligrosidad, tanto a nivel ecológico como de salud pública. El día del incendio, el 15 de abril de 2019, cerca de 400 toneladas de plomo terminaron en la atmósfera. El organismo público encargado de los trabajos de restauración argumenta que las nuevas capas no presentan peligro para el público porque están situadas a unos cuarenta metros del suelo.
La polémica del momento se centra, no obstante, en los vitrales con motivos geométricos de Viollet-le-Duc. Rykner denunció en un artículo que reemplazarlos en esa parte de la catedral es cometer un acto de “vandalismo”. El periodista, conocido comentarista del patrimonio arquitectónico francés, subrayó que no se opone a insertar creaciones contemporáneas en edificios antiguos, pero que en este caso no existen razones válidas para retirar las vidrieras. Los vitrales, destaca, “son parte integrante de la obra del arquitecto y sobrevivieron al incendio”. Retirarlos “dañaría el equilibrio de la luz”.
Como solución, propone colocarlos en el ala norte, el lugar donde más lucharon los bomberos para apagar las llamas y salvar la catedral, referente artístico y cultural a nivel mundial. Los partidarios de los vitrales más modernos recuerdan que los que fueron diseñados por Viollet-le-Duc se expondrán en el nuevo museo, que abrirá en los próximos años. Sin embargo, los detractores resaltan que las vidrieras solo tienen interés en la catedral misma, como parte del edificio. El objetivo de la petición, que será entregada al Elíseo, sede de la presidencia francesa, es llegar a 150.000 firmas. El templo cuenta con 2.500 metros cuadrados de vitrales, de los cuales un 8% son del siglo XII y el resto de los siglos XVII, XIX y XX, indicó Olivier Ribadeau Dumas, el rector-arzobispo de Notre-Dame, en el diario La Croix.
Un total de 848 millones de euros han sido aportados por donantes privados para financiar la reconstrucción. Con los primeros fondos fluyeron también las primeras polémicas. No solo por las donaciones millonarias, sino por las exenciones de impuestos que prevé la ley de mecenazgo francesa. La nueva controversia abre una pregunta: ¿es posible tocar Notre Dame sin despertar pasiones encontradas?
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